Todos los niños y las niñas nacen en un estado natural de conexión con todo y con todos. La escolarización y también algunos tipos de crianza van fragmentando su sentir, su pensar y su hacer. Se les va de a poco llevando a un concepto de una cultura adultocentrica donde tiene mucho más valor la opinión de un adulto que un niño.
Los niños y las niñas están en un período muy muy sensible a percibir ciertas cosas que los adultos ya no podemos percibir, entre ellos por ejemplo tienen una capacidad de percepción diferente a nivel auditivo y por eso es que hay muchos niños y niñas a las que les molestan mucho los ruidos. Hay una sensibilidad especial allí, son poco comprendidos, hay niños y niñas que comienzan a profundizar en ciertos temas que pueden ser medioambientales, de construcciones, otra muy común los dinosaurios o alguna problemática que comienzan ellos a cuestionar de su propia comunidad de su barrio, y sus voces suelen ser acalladas porque suelen tomarse como algo poco relevante.
Francesco Tonucci ha hecho un gran trabajo a través de su proyecto la ciudad de los niños para realmente visibilizar sus voces llevarlas a espacios de tomas de decisiones. Por tanto, se pone sobre la mesa todas estas sensibilidades especiales que no dejan de ser informaciones relevantes que los niños y las niñas pueden aportar, incluso en forma de soluciones frente a problemas complejos.
Por todo esto es que es tan importante que las escuelas Montessori y en todas las escuelas, existan espacios de diálogo constante y permanente, de observación, de escucha activa y atenta para recoger todo lo que los niños y las niñas quieren y necesitan expresar y también ayudar a poner palabras a todo aquello que sienten y que todavía no son capaces de verbalizar.