La Observación es el primer paso, esto debe traducirse en iniciar una fase de diseño e implementación del Ambiente Preparado, el cual es un espacio físico complejo y dinámico, que cuida cada detalle para lograr dar respuesta a las necesidades de aprendizaje de cada persona que allí habita.
El curriculum está expuesto (las secuencias de ‘materiales Montessori’ que representan los contenidos de todas las áreas -también conocidas como ‘asignaturas’- están dispuestos en estanterías accesibles al niño), allí se conjuga la belleza y la simpleza del espacio, la iluminación, el orden, la limpieza, la exactitud, los detalles que otorgan calor de hogar, son lugares prácticos y funcionales vinculados a experiencias reales de la vida comunitaria, del entorno más próximo para el niño: los contenidos están interrelacionados, siempre en contexto, porque una cosa es tener conocimientos (saber) y otra diferente es la sabiduría (saber aplicarlo en el día a día).
Es también es un espacio psíquico, porque la esencia de la educación Montessori es acompañar los procesos de vida de los niños en todos los ámbitos: emocional, espiritual, intelectual y social. Es una pedagogía que cuida el proceso de desarrollo del carácter, basada en el amor, la paz, donde el niño se construye a sí mismo a través del trabajo, por tanto, los ‘materiales Montessori’ y las propuestas pedagógicas son un medio para lograrlo, no un fin en sí mismo. El trabajo con materiales y propuestas sirve para lograr que cada niño aprenda a autogestionar su tiempo, a tomar sus propias decisiones, en un Ambiente que promueve un clima relacional sano, donde el adulto acompaña todo el proceso educativo, entendiendo que acompañar no es sinónimo de abandonar al niño. Por ello, el rol del adulto es diferente. Se transforma en un facilitador de aprendizajes, individualizando el proceso de cada niño, abordando los contenidos curriculares a partir de la observación directa que realiza cada día.