Trabajamos por una educación que nos ayude a integrar todos los aprendizajes, sin fragmentar nuestro ser, para lograr una vida más saludable y consciente, llena de gratitud y admiración por este Ambiente Preparado para la vida que la naturaleza nos ha regalado, y que el ser humano ha ido co creando a partir de los avances que ha puesto al servicio de la humanidad. La unión de los conocimientos junto con las emociones y la interacción social para descubrir lo que queremos aportar en nuestro paso por esta vida, es lo que Maria Montessori denomina “Educación Cósmica” donde comprendemos que todos somos parte de un todo y donde todo lo que hagamos repercute en el otro.
Un adecuado acompañamiento emocional no consiste en diseñar talleres extracurriculares o una nueva asignatura en las escuelas para aprender a reconocer las emociones. Eso sería igual que reducir Montessori al uso de unos materiales o bien, decir que en esta escuela celebramos la paz porque hay un día del año en que todos se visten de blanco, más carece de unos protocolos de actuación que permitan vivir en entornos pacíficos y democráticos cada día del año.
Este proceso de acompañamiento emocional ha de ser activado a través de situaciones cotidianas donde todos van logrando orientarse al sentir que conviven en un lugar seguro, bello, respetuoso, tierno en el cual aparece el silencio espontáneamente por momentos, transformándose esta interacción en el Ambiente Preparado en un espacio de salud mental colectivo donde nacen diversos procesos creativos.
Hemos de saber que el adulto es parte del Ambiente Preparado y tanto el lenguaje corporal como el lenguaje verbal nos han de ayudar a replantear hechos a partir de la observación y de la autoobservación constante. El lenguaje transforma realidades, tal y como señala Soco Nieto:
“Para mí, lo más importante es cuidar el lenguaje que usan con los niños. La manera de pedirles las cosas, de señalar que algo no es correcto, de cuestionarlos, de invitarlos a regresar a su actividad. Es muy importante que los adultos comprendan el alcance que tienen sus palabras en la vida de un niño y de los jóvenes, para que logre diferenciar cuánto es una proyección de sí mismos y cuánto corresponde a la realidad observada.”
La implicancia real de los estudiantes permite que se apropien de su proceso, que se hagan conscientes de sus emociones y afectos, desarrollando la responsabilidad y el compromiso consigo mismos y con los demás como uno de los valores más nobles de la humanidad. Porque afecto, emoción y aprendizaje van unidas, nos ayudan cada día a decidir qué se quiere hacer con uno mismo. Por eso, una tarea central del adulto que acompaña estos procesos socioeducativos ya sea en su rol de educador o de padre-madre, es el autoconocimiento.